La única
forma de evangelizar es dando testimonio de nuestra vida y es lo que
pretendemos hacer aquí.
Queremos
plasmar en este artículo, un pequeño resumen de parte del testimonio de vida
del padre Carlos Arturo Cancelado Velasco, originario de Colombia, nacido en el
campo en la década de los ‘70, de una familia extremadamente pobre, la
carretera principal quedaba a más de 35 kilómetros a campo
traviesa, y de allí el primer pueblo a varias horas de camino; su madre
profundamente católica y muy mariana, no había día o noche que no rezara el
rosario encomendando a su familia, también obligaba a sus hijos a ir a misa,
durante años, hasta el año ’86, Carlos vivió el estigma de llevar sólo un
apellido, recién ese año su papá lo reconoció, su niñez, su adolescencia fue de
muchos sufrimientos, sobrevivió a las FARC y siendo el único hombre de la casa,
estudiaba y trabajaba para ayudar a mantener a su familia.
Un día el
Señor lo llamó a su servicio, aún en contra de su voluntad, se cuestionaba, si
renuncio a mi trabajo ¿de qué vivirá mi familia?, difícil decisión, pero se
apoyó en una frase que siempre le escuchaba a su mamá: “Dios proveerá”, e
ingresó al Seminario, en esa época era necesario poner una especie de dote para
hacerlo, sin embargo, él no tuvo que hacerlo, fue el obispo que intervino para
que fuera aceptado en el seminario. Allí el director del mismo no lo quería, no
había sido sometido a un proceso vocacional, sin embargo allí estaba, los tres
primeros años en vez de mandarlo al estudiar filosofía, lo mandó a trabajar al
campo, allí encontró la respuesta de Dios, los campesinos eran gente humilde y
buena, le regalaban arroz, pollos, huevos, etc., así el podía llevar sustento a
su familia.
Luego de
este pequeño preámbulo, les contaremos un testimonio del padre Carlos, en el
año ’92 por habladurías fue expulsado del seminario, se peleó con Dios, en una
enseñanza que escuchó por teléfono del padre Emiliano Tardif se decidió
continuar junto a Jesús, comenzó a participar en un grupo de oración de la Renovación Carismática
Católica, allí conoció a un Cristo Vivo y resucitado y creyó firmemente en Él.
TESTIMONIO.
Decidió
que contra viento y marea sería sacerdote, logró entrar nuevamente al seminario
pero había que pagar y el no tenía con qué hacerlo, al término de ese primer
año vinieron las vacaciones, tras ellas había que pagar ese primer año, volvió
en marzo del año siguiente al seminario con la intención de retirar sus cosas y
abandonar en definitiva, cuando el seminarista Carlos Cancelado fue a darle una
explicación al sacerdote encargado de la cobranza en el seminario y se encontró
con una gran sorpresa, en el mes de febrero vino
una señora y dijo que venía a pagar la deuda del seminarista que más debía le preguntó al
sacerdote quien le contestó que se trataba de Carlos Cancelado y le dio el
monto adeudado, ella abrió su cartera, sacó un sobre y le dijo, aquí está, el
sacerdote contó el dinero, era exactamente la suma por el mencionada, cuando la
señora se iba a retirar, él la llamó y le dijo, dígame su nombre, Carlos querrá
saber a quién agradecerle, la señora le contestó: dígale que le dé las gracia a
mi Hijo y se fue, fue la Santísima Virgen
María la que pagó la deuda de este sacerdote-predicador que reside en México,
dice el padre Carlos que debemos ser tercos con el Señor, que cuando Él pide
algo debe darnos los medios para lograrlo y que debemos reclamarle
constantemente lo necesario. Él es un ejemplo de ello.
TESTIMONIO
2.
Este
testimonio pertenece a uno de los miembros del matrimonio católico que administra
este sitio, la
Santísima Virgen es merecedora de ser bendita y alabado por
los siglos de los siglos (cf Prov 31, 30-31).
En un
grupo de intercesión, adjunto a uno de oración de la RCC, le pedíamos a Jesús por
algo que humanamente parecía imposible de lograr, recibimos la siguiente
respuesta: “Todo aquello que les
parezca imposible, pídanlo a través de mi madre”, así lo hicimos y nos fue concedido, desde ese momento, todo
aquello que nos parece imposible se lo pedimos a Jesús por intercesión de María
Santísima, nunca hemos sido defraudados: ¡Bendita y alabada seas María!
A ti Señor
Jesús, sea la gloria, el honor y la adoración, por los siglos de los siglos.
Amén.
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Jesús nos
bendiga, a ustedes y a nosotros,
Nina y
Juan.
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