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SANTIAGO, Chile
Somos un matrimonio católico chileno, compuesto por Juan Rajs Grzebien, Corredor de Propiedades y Helicicultor y Nina Mónica Ramírez Donders, Profesora de Religión y Moral, Habilitada en Filosofía y Educadora de Párvulos, nuestra intención es promover la Doctrina y Cultura Católicas. Para mí, Juan Rajs, mi mayor orgullo y mi gran inspiración es Ninita, mi esposa, mi Dulce y Tierno regalito de Jesús como yo la llamo, no ceso de alabar a Dios por habermela concedido desde la eternidad, para amarla, respetarla y cuidarla siempre.

jueves, 9 de mayo de 2013

EVANGELIO DEL DOMINGO

DOMINGO DE
LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR


 
AHORA NOS TOCA A NOSOTROS”.

DOMINGO 12 DE MAYO DE 2013

 
PRIMERA LECTURA.

TOMADA DEL LIBRO DE
LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES 1, 1-11

En mi primer Libro, querido Teófilo, me referí a todo lo que hizo y enseñó Jesús, desde el comienzo, hasta el día en que subió al cielo, después de haber dado, por medio del Espíritu Santo, sus últimas instrucciones a los Apóstoles que había elegido. Después de su Pasión, Jesús se manifestó a ellos dándoles numerosas pruebas de que vivía, y durante cuarenta días se les apareció y les habló del Reino de Dios. En una ocasión, mientras estaba comiendo con ellos, les recomendó que no se alejaran de Jerusalén y esperaran la promesa del Padre: “La promesa, les dijo, que Yo les he anunciado. Porque Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados en el Espíritu Santo, dentro de pocos días”. Los que estaban reunidos le preguntaron: “Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?” Él les respondió: “No les corresponde a ustedes conocer el tiempo y el momento que el Padre ha establecido con su propia autoridad. Pero recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra”. Dicho esto, los Apóstoles lo vieron elevarse, y una nube lo ocultó de la vista de ellos. Como permanecían con la mirada puesta en el cielo mientras Jesús subía, se les aparecieron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: “Hombres de Galilea, ¿por qué siguen mirando al cielo? Este Jesús que les ha sido quitado y fue elevado al cielo, vendrá de la misma manera en que lo han visto partir”.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL
47 (46), 2-3. 6-9

R.:
EL SEÑOR ASCIENDE
ENTRE ACLAMACIONES.

Aplaudan todos los pueblos,
aclamen al Señor con gritos de alegría;
porque el Señor, el Altísimo, es temible,
es el soberano de toda la tierra R.:

El Señor asciende entre aclamaciones,
asciende al sonido de trompetas.
Canten, canten a nuestro Dios,
canten, canten a nuestro Rey R.:

El Señor es el Rey de toda la tierra,
cántenle un hermoso himno.
El Señor reina sobre las naciones
el Señor se sienta sobre su trono sagrado R.:

SEGUNDA LECTURA.

TOMADA DE LA CARTA
DEL APÓSTOL SAN PABLO A
LOS CRISTIANOS DE ÉFESO 1, 17-23

Hermanos:

Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, les conceda un espíritu de sabiduría y de revelación que les permita conocerlo verdaderamente. Que Él ilumine sus corazones, para que ustedes puedan valorar la esperanza a la que han sido llamados, los tesoros de gloria que encierra su herencia entre los santos, y la extraordinaria grandeza del poder con que Él obra en nosotros, los creyentes, por la eficacia de su fuerza. Éste es el mismo poder que Dios manifestó en Cristo, cuando lo resucitó de entre los muertos y lo hizo sentar a su derecha en el cielo, elevándolo por encima de todo Principado, Potestad, Poder y Dominación, y de cualquier otra dignidad que pueda mencionarse tanto en este mundo como en el futuro. Él puso todas las cosas bajo sus pies y lo constituyó, por encima de todo, Cabeza de la Iglesia, que es su Cuerpo y la Plenitud de Aquél que llena completamente todas las cosas.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

¡ALELUYA!

Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo”, dice el Señor
(Mt 28, 19-20).

¡ALELUYA!

EVANGELIO.

EVANGELIO DE
NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
SEGÚN SAN LUCAS 24, 46-53

Jesús dijo a sus discípulos: “Así está escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto. Y Yo les enviaré lo que mi Padre les ha prometido. Permanezcan en la ciudad, hasta que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto”. Después Jesús los llevó hasta las proximidades de Betania y, elevando sus manos, los bendijo. Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Los discípulos, que se habían postrado delante de Él, volvieron a Jerusalén con gran alegría, y permanecían continuamente en el Templo alabando a Dios.

Palabra de Dios.
¡Gloria y honor a Ti, Señor Jesús!

AHORA NOS TOCA A NOSOTROS.

ESTÁ SIEMPRE CON NOSOTROS.

Jesús se despide de los apóstoles, pero anuncia que no los dejará solos. Promete la llegada del Espíritu que les dará fuerza para ser testigos hasta los confines del mundo. Los discípulos no comprendían bien sus palabras, pues querían que estuviera corporalmente con ellos para siempre. Veían en Él, nos dice San Agustín, un maestro, un animador y un consolador, un protector, pero humano; si esto no aparecía a sus ojos, lo consideraban ausente, aunque en realidad sigue presente entre nosotros. A nosotros nos ocurre muchas veces lo mismo: no comprendemos lo que nos pasa y nos rebelamos ante ciertas situaciones de dolor y de prueba. Hemos de mantener la calma, hay cosas que ahora no comprendemos, pero sabemos que Dios está siempre a nuestro favor.

¿NOS QUEDAMOS MIRANDO EL CIELO?

Es la hora de recoger el “relevo” que Cristo nos da. Es la hora de la Iglesia y del Espíritu. Es la hora de la madurez. Es como si Jesús nos hubiera dado un empujón desde la rampa de lanzamiento para que ahora nosotros siguiéramos la carrera con lo que Él nos había enseñado. El Reino tenemos que construirlo nosotros mismos, Dios con su providencia amorosa velará para ayudarnos, pero no le pidamos que Él sea el que nos solucione todo, somos nosotros los que tenemos que hacerlo. La gran tentación que tenemos es quedarnos parados mirando al cielo: “¿qué hacéis ahí plantados?” Hoy día también somos tentados si vivimos una fe desencarnada de la vida. La Iglesia somos todos los cristianos, luego todos tenemos que implicarnos más en la defensa de la dignidad del ser humano, de la vida, de la paz, de la justicia. ¿Cómo vivo yo el encargo que Jesús me hace de anunciar su Evangelio?, ¿qué estoy haciendo para que mi fe me lleve a la transformación de este mundo?, ¿cómo asumo el compromiso de la Eucaristía, la misión que cada domingo se me encomienda en la mesa del compartir? Recuerda que la Eucaristía es el sacramento del servicio. a Dios y al hermano.

LOS DOS BRAZOS DE LA CRUZ.

Para llegar a Dios hay que acoger al hermano. Así lo hizo Jesucristo, que se abajó para subir al Padre. El camino del cristiano tiene que ser igual que el suyo. Primero hay que estar al lado del hermano que sufre, que pasa dificultades, que está solo y abandonado. Sólo así podremos ascender... Subir al monte nos ilusiona, el esfuerzo que ponemos parece que nos compensa. Es más difícil caminar por el llano, sin un reto aparente. Dos hombres vestidos de blanco dicen a los discípulos: ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? Nos está diciendo también a nosotros, discípulos del siglo XXI, que no nos quedemos contemplando, que hay que pasar a la acción, que tenemos que ser sus testigos por todo el mundo. Mira a la cruz: ves en ella un brazo vertical que se eleva hacia el cielo, pero también tiene un brazo horizontal que mira a la tierra. Si quieres seguir el ejemplo de Jesús asume la cruz, pero con los dos brazos, mirando al hermano y teniendo siempre la presencia de Dios en tu vida.

SAN AGUSTÍN NOS RECUERDA QUE LA NECESDAD DE OBRAR SEGUIRÁ EN LA TIERRA, PERO EL DESEO DE LA ASCENSIÓN HA DE ESTAR EN EL CIELO: 
 
Aquí la esperanza, allí la realidad”. Hemos de poner atención a los mismos asuntos humanos. Con frecuencia se ha acusado a los cristianos de desentenderse de los asuntos de este mundo, mirando sólo hacia el cielo. No podemos vivir una fe desencarnada de la vida. La Iglesia somos todos los cristianos, luego todos debemos implicarnos más en la defensa de la vida, de la dignidad del ser humano, de la justicia y de la paz. ¿Cómo vivo yo el encargo que Jesús me hace de anunciar su Evangelio?, ¿qué estoy haciendo para que mi fe me lleve a la transformación de este mundo?, ¿cómo asumo el compromiso de la Eucaristía y la misión que cada domingo se me encomienda en la mesa del compartir? No es fácil la tarea que nos asigna el Señor. Soplan vientos contrarios a todo aquello que esté relacionado con el Evangelio. La cultura de hoy ridiculiza la fe, confunde a las personas sencillas y desorienta mediante la ceremonia de la confusión y la burla. Parece como si el cristiano hoy no pudiera hablar ni manifestarse. Sin embargo, Jesús nos pide que seamos sus testigos. No hay que temer a nada ni a nadie. Contamos con el apoyo de la gracia de Dios. Caminemos confiados hacia la esperanza del cielo porque es veraz Quién ha hecho la promesa; pero vivamos de tal manera que podamos decirle con la frente bien alta: “Cumplimos lo que nos mandaste, danos lo que nos prometiste” (San Agustín, Sermón 395).

Padre José Mª Martín, OSA
España
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Jesús nos bendiga, a ustedes y a nosotros,
Nina y Juan.