XXXIV
DOMINGO DEL TIEMPO
COMÚN
DE LA IGLESIA
SOLEMNIDAD
DE
CRISTO
REY DEL UNIVERSO
DOMINGO
25 DE NOVIEMBRE DE 2012
PRIMERA LECTURA.
TOMADA DE LA PROFECÍA
DE DANIEL 7, 13-14
Yo estaba
mirando, en las visiones nocturnas, y vi que venía sobre las nubes del cielo
como un Hijo de hombre; Él avanzó hacia el Anciano y lo hicieron acercar hasta
Él. Y le fue dado el dominio, la gloria y el reino, y lo sirvieron todos los
pueblos, naciones y lenguas. Su dominio es un dominio eterno que no pasará, y
su reino no será destruido.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
SALMO
RESPONSORIAL
93
(92), 1-2. 5
R.:
¡REINA EL SEÑOR,
REVESTIDO
DE MAJESTAD!
¡Reina el Señor,
revestido de
majestad!
El Señor se ha
revestido,
se ha ceñido de poder
R.:
El mundo está firmemente
establecido:
¡no se moverá jamás!
Tu trono está firme
desde siempre,
tú existes desde la
eternidad R.:
Tus
testimonios, Señor,
son
dignos de fe,
la
santidad embellece tu Casa
a lo
largo de los tiempos R.:
SEGUNDA
LECTURA.
TOMADA
DEL LIBRO DEL
APOCALIPSIS
1, 5-8
Jesucristo,
es el Testigo fiel, el Primero que resucitó de entre los muertos, el Rey de los
reyes de la tierra. Él nos amó y nos purificó de nuestros pecados, por medio de
su sangre, e hizo de nosotros un Reino sacerdotal para Dios, su Padre. ¡A Él
sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos! Amén. ¡Miren! Él viene
entre las nubes y todos lo verán, aun aquellos que lo habían traspasado. Por Él
se golpearán el pecho todas las razas de la tierra. Sí, así será. Amén. Yo soy
el Alfa y la Omega,
dice el Señor Dios, el que es, el que era y el que viene, el Todopoderoso.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
¡ALELUYA!
¡Bendito
el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito sea el Reino que ya viene, el Reino
de nuestro padre David!
(Mc 11, 10).
¡ALELUYA!
EVANGELIO.
EVANGELIO
DE
NUESTRO
SEÑOR JESUCRISTO
SEGÚN
SAN JUAN 18, 33-37
Pilato llamó
a Jesús y le preguntó: “¿Eres tú el rey de los judíos?” Jesús le respondió: “¿Dices
esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?” Pilato replicó: “¿Acaso yo
soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos.
¿Qué es lo que has hecho?” Jesús respondió: “Mi realeza no es de este mundo. Si
mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido
para que Yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí”.
Pilato le dijo: “¿Entonces tú eres rey?”
Jesús respondió: “Tú lo dices: Yo Soy rey. Para esto he nacido y he
venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad,
escucha mi voz”.
Palabra
de Dios.
¡Gloria
y honor a Ti, Señor Jesús!
NO
ES DE ESTE MUNDO,
PERO COMIENZA EN ESTE MUNDO.
El Reino de Dios
está dentro de nosotros.
Celebramos la fiesta que
clausura el Año litúrgico, Jesucristo Rey del universo. Jesús afirmó en
distintas oportunidades que el Reino de Dios ya había llegado y que en esto
consistía la Buena
Noticia. Para entrar en él era preciso convertirse, cambiar
de mentalidad, creer en su palabra, creer en su persona, seguirlo. Sus
parábolas y sus enseñanzas se referían al Reino; sus milagros atestiguaban que el
Espíritu de Dios estaba con Él y que el Reino de Dios se hacía presente. Ante
quienes esperaban su llegada al modo de un triunfo rotundo sobre los
dominadores romanos, con la intervención de un Mesías político que impusiera su
autoridad mediante un régimen de prodigios y milagros continuos, o con la
abundancia del pan y de los bienes temporales, Jesús afirmaba: “El Reino de Dios no viene ostensiblemente, porque el Reino
de Dios está entre vosotros”. Él nos habló del inicio
real de este Reino bajo apariencias humildes e insignificantes, como la
diminuta semilla de mostaza, o como la pequeña cantidad de levadura que
fermenta toda la masa, o como el crecimiento misterioso de la semilla, que bajo
la tierra se transforma silenciosamente y escapa a nuestro control. Así nos enseñaba que de lo pequeño y oculto, de lo que está
envuelto en el silencio y es pobre en apariencias, puede surgir lo más grande.
No es de este mundo,
pero sí “para este mundo”.
Cuando Pilato preguntó a
Jesús si era rey le contestó claramente. “Tú lo
dices: soy rey, pero mi reino no es de este mundo”. Lo que quiso decir es que Él no era un rey como los de este
mundo. Cristo vino a traer la vida y la salvación a cada ser humano: su misión
no fue solo y específicamente de orden social, económico o político. Cristo no
confió a su Iglesia una misión social, económica o política, sino más bien
religiosa. Sin embargo sería un error pensar que cada cristiano en particular
debe estar ausente de estos ámbitos de la vida social. Los cristianos están llamados por Dios a insertarse en el
mundo a fin de transformarlo según el Evangelio. Un
cristiano debe colaborar con alegría en la promoción de la verdadera cultura,
porque sabe que la Buena
Noticia de Cristo refuerza en el hombre los valores
espirituales que se hallan en el corazón de la cultura de cada pueblo y de cada
período de la historia. El cristiano ayudará a
su propio pueblo a lograr una verdadera libertad y la capacidad de hacer frente
a los desafíos de los tiempos.
Comprometernos en la
construcción del reino.
Las obligaciones de un
buen ciudadano cristiano no pueden reducirse a evitar la corrupción, o a no
explotar a los demás, sino que incluyen una contribución positiva al establecimiento
de leyes justas y estructuras que sostengan los valores humanos. Cuando un
hombre o mujer cristiana se encuentre con la injusticia o con algo que esté en
contra del amor, la paz y la unidad de la sociedad, tiene que intentar
cambiarlo. ¿Cómo permanecer con los brazos cruzados, cuando a alguien le echan
de su propia casa para vivir en la calle? Para
descubrir la presencia de este Reino, es preciso que los ojos de la mente estén
iluminados por la luz de la fe. El Reino se hace
presente en nuestro tiempo histórico en cada gesto de amor, en la negación del
pecado y del egoísmo, en cada victoria sobre las tentaciones y las seducciones
del mundo, que invitan al camino fácil. Jesús predicó el camino estrecho y la
puerta angosta. La clave de la renovación
de este mundo está en nuestro propio corazón. El lugar
donde triunfa el reinado de Cristo es el santuario de nuestra conciencia. Sólo
desde allí se hará luego visible y se irradiará y se contagiará, dando lugar a
una convivencia fraterna y armoniosa, a una sociedad reconciliada, a leyes que
respeten íntegramente la dignidad del hombre. Su reino no
es de este mundo, pero comienza en este mundo. Lo primero
es que Jesús reine en nuestro corazón, así surgirá nuestro compromiso para
transformar el mundo. El reino de Dios no
termina aquí, llegará a su plenitud en el más allá, pero no podemos olvidarnos
que “ya” está aquí.
Padre José Mª
Martín, OSA
España
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Jesús
nos bendiga, a ustedes y a nosotros,
Nina
y Juan.