“LAS
DOS MEDIDAS”
DOMINGO
11 DE NOVIEMBRE DE 2012
PRIMERA LECTURA.
TOMADA DEL PRIMER LIBRO
DE LOS REYES 17, 8-16
Entonces
la palabra del Señor llegó a Elías en estos términos: “Ve a Sarepta, que
pertenece a Sidón, y establécete allí; ahí Yo he ordenado a una viuda que te
provea de alimento”. Él partió y se fue a Sarepta. Al llegar a la entrada de la
ciudad, vio a una viuda que estaba juntando leña. La llamó y le dijo: “Por
favor, tráeme en un jarro un poco de agua para beber”. Mientras ella lo iba a
buscar, la llamó y le dijo: “Tráeme también en la mano un pedazo de pan”. Pero
ella respondió: “¡Por la vida del Señor, tu Dios! No tengo pan cocido, sino
sólo un puñado de harina en el tarro y un poco de aceite en el frasco. Apenas
recoja un manojo de leña, entraré a preparar un pan para mí y para mi hijo; lo
comeremos, y luego moriremos”. Elías le dijo: “No temas. Ve a hacer lo que has
dicho, pero antes prepárame con eso una pequeña galleta y tráemela; para ti y
para tu hijo lo harás después. Porque así habla el Señor, el Dios de Israel: El
tarro de harina no se agotará ni el frasco de aceite se vaciará, hasta el día
en que el Señor haga llover sobre la superficie del suelo”. Ella se fue e hizo
lo que le había dicho Elías, y comieron ella, él y su hijo, durante un tiempo. El
tarro de harina no se agotó ni se vació el frasco de aceite, conforme a la
palabra que había pronunciado el Señor por medio de Elías.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
SALMO
RESPONSORIAL
146
(145), 6-10
R.:
¡ALABA AL SEÑOR
ALMA
MÍA!
Él Señor mantiene su
fidelidad para siempre,
hace justicia a los
oprimidos
y da pan a los
hambrientos.
El Señor libera a los
cautivos R.:
El Señor abre los
ojos de los ciegos
y endereza a los que
están encorvados.
El Señor ama a los
justos
y protege a los
extranjeros R.:
Sustenta al huérfano y a la viuda
y entorpece el camino
de los malvados.
El Señor reina eternamente,
reina tu Dios, Sión,
a lo largo de las
generaciones R.:
SEGUNDA
LECTURA.
TOMADA
DE LA CARTA A
LOS
HEBREOS 9, 24-28
Cristo, en
efecto, no entró en un Santuario erigido por manos humanas -simple figura del
auténtico Santuario- sino en el cielo, para presentarse delante de Dios en
favor nuestro. Y no entró para ofrecerse a sí mismo muchas veces, como lo hace
el Sumo Sacerdote que penetra cada año en el Santuario con una sangre que no es
la suya. Porque en ese caso, hubiera tenido que padecer muchas veces desde la
creación del mundo. En cambio, ahora Él se ha manifestado una sola vez, en la
consumación de los tiempos, para abolir el pecado por medio de su Sacrificio. Y
así como el destino de los hombres es morir una sola vez, después de lo cual
viene el Juicio, así también Cristo, después de haberse ofrecido una sola vez
para quitar los pecados de la multitud, aparecerá por segunda vez, ya no en
relación con el pecado, sino para salvar a los que lo esperan.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
¡ALELUYA!
Felices
los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los
Cielos
(Mt 5, 3).
¡ALELUYA!
EVANGELIO.
EVANGELIO
DE
NUESTRO
SEÑOR JESUCRISTO
SEGÚN
SAN MARCOS 12, 38-44
Jesús
enseñaba a la multitud: “Cuídense de los escribas, a quienes les gusta pasearse
con largas vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar los primeros
asientos en las sinagogas y los banquetes; que devoran los bienes de las viudas
y fingen hacer largas oraciones. Estos serán juzgados con más severidad”. Jesús
se sentó frente a la sala del tesoro del Templo y miraba cómo la gente depositaba
su limosna. Muchos ricos daban en abundancia. Llegó una viuda de condición
humilde y colocó dos pequeñas monedas de cobre. Entonces Él llamó a sus
discípulos y les dijo: “Les aseguro que esta pobre viuda ha puesto más que
cualquiera de los otros, porque todos han dado de lo que les sobraba, pero
ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir”.
Palabra
de Dios.
¡Gloria
y honor a Ti, Señor Jesús!
LLAMADA A LA
GENEROSIDAD.
Dios premia la
hospitalidad y la fe de una mujer extranjera.
El profeta Elías anuncia
una terrible sequía como castigo por los pecados de Israel, y su palabra se
cumple. El rey Ajab, convencido de que la maldición de Elías alejaba la lluvia
de los campos, en vez de apartarse de sus pecados, trata de liquidar al
profeta. Pero Elías huye y se esconde en el desierto. Después, cuando se secó
el torrente del que bebía, marcha a tierras fenicias y llega a la región de
Sarepta, entre Tiro y Sidón. Encuentra una viuda que recogía leña y le pide
ayuda, le suplica que entre en la ciudad y le traiga un jarro de agua y un
trozo de pan. Sólo eso, agua y pan. Pero eso era todo lo que tenía la viuda
para ella y su hijo. ¿Qué hacer? Elías hace una promesa en nombre de Dios, una
promesa a cambio de lo que le pide y de todo lo que tiene la viuda. La mujer
acepta, hace la apuesta y arriesga todo lo que tiene; cree en la palabra de
Dios y recibe al profeta que la anuncia. Dios premia
la hospitalidad de esta pobre viuda y manifiesta que es el único Dios que puede
salvar precisamente en el país de donde había salido el paganismo que imperaba
en Israel. Siglos más tarde, Jesús recordará con amor el gesto de esta mujer extranjera
que fue preferida por Dios por encima de todas las viudas de Israel.
El salmo 145 es una
oración de alabanza y de llamada al compromiso solidario.
Nos recuerda que no estamos abandonados a nosotros mismos; las vicisitudes de nuestra vida no se hallan bajo el
dominio del caos; los acontecimientos no representan una mera sucesión de actos
sin sentido ni meta. Él es quien hace justicia
a los oprimidos, da pan a los hambrientos y liberta a los cautivos. Él es quien
abre los ojos a los ciegos, quien endereza a los que ya se doblan, quien ama a
los justos, quien guarda a los peregrinos, quien sustenta al huérfano y a la
viuda. Él es quien trastorna el camino de los malvados y reina soberano sobre
todos los seres y de edad en edad. Tenemos
que ser agradecidos y corresponder a lo que Dios hace por nosotros, colaborando
con Él en favor de los más necesitados. Es
necesario vivir en la adhesión a la voluntad divina, dar pan a los hambrientos,
visitar a los presos, sostener y confortar a los enfermos, defender y acoger a
los extranjeros, dedicarse a los pobres y a los miserables. En la práctica, es el mismo espíritu de las
Bienaventuranzas; es optar por la propuesta de amor que nos salva desde esta
vida y que más tarde será objeto de nuestro examen en el juicio final, con el
que se concluirá la historia. Entonces seremos juzgados
sobre la decisión de servir a Cristo en el hambriento, en el sediento, en el
forastero, en el desnudo, en el enfermo y en el preso. “Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños,
a mí me lo hicisteis”: esto es lo que dirá entonces el Señor.
El encuentro con
Dios en Jesucristo es el auténtico Templo.
El ambiente en el que se
desarrolla el episodio evangélico es el templo de Jerusalén, centro religioso
del pueblo de Israel y corazón de toda su vida. El templo es el lugar del culto
público y solemne, pero también de la peregrinación, de los ritos tradicionales
y de las disputas rabínicas, como las que refiere el Evangelio entre Jesús y
los rabinos de aquel tiempo, en las que, sin embargo, Jesús enseña con una autoridad singular, la del Hijo de Dios.
Pronuncia juicios severos, como hemos escuchado, sobre los escribas, a causa de
su hipocresía, pues mientras ostentan
gran religiosidad, se aprovechan de la gente pobre imponiéndoles obligaciones
que ellos mismos no observan. En suma, Jesús muestra su afecto por el templo
como casa de oración, pero precisamente por eso quiere purificarlo de usos
impropios, más aún, quiere revelar su significado más profundo: Jesucristo es el Templo nuevo y definitivo, el lugar en el
que se encuentran Dios y el hombre.
Se da a sí misma.
En el centro de la
liturgia de la Palabra
de este domingo encontramos el personaje de la viuda pobre, o más bien, nos
encontramos ante el gesto que realiza al echar en el tesoro del templo las
últimas monedas que le quedan. Un gesto que, gracias a la mirada atenta de
Jesús, se ha convertido en el proverbial: “óbolo de la viuda” es sinónimo de la generosidad de quien da sin reservas lo poco
que posee. Subrayemos el
comentario final que hace Jesús contraponiendo a los que dan su limosna con
ostentación y ofreciendo únicamente lo que les sobra, con la ofrenda de la
viuda que da todo lo que tenía para vivir. Esta
humilde mujer se convierte así en el modelo ideal de la consagración al reino
de Dios, sin reservarse nada. La viuda del Evangelio,
al igual que la del Antiguo Testamento, lo da todo, se da a sí misma, y se pone
en las manos de Dios, por el bien de los demás. Este es el significado perenne
de la oferta de la viuda pobre, que Jesús exalta porque da más que los ricos,
quienes ofrecen parte de lo que les sobra, mientras que ella da todo lo que
tenía para vivir, y así se da a sí misma.
Un buen mensaje y una llamada singular a nuestra generosidad en este
tiempo de crisis donde muchas personas carecen de lo mínimo para vivir con
dignidad.
Padre José Mª
Martín, OSA
España
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Jesús
nos bendiga, a ustedes y a nosotros,
Nina
y Juan.