IIIº
DOMINGO DE PASCUA
“EN TU
NOMBRE, SEÑOR”.
DOMINGO 14
de ABRIL DE 2013
PRIMERA LECTURA.
TOMADA DEL LIBRO DE
LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES 5, 27-32. 40-41
Cuando los Apóstoles fueron llevados al Sanedrín, el Sumo
Sacerdote les dijo: “Nosotros les habíamos prohibido expresamente predicar en
ese Nombre, y ustedes han llenado Jerusalén con su doctrina. ¡Así quieren hacer
recaer sobre nosotros la sangre de ese hombre!” Pedro, junto con los Apóstoles,
respondió: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de
nuestros padres ha resucitado a Jesús, al que ustedes hicieron morir
suspendiéndolo del patíbulo. A Él, Dios lo exaltó con su poder, haciéndolo Jefe
y Salvador, a fin de conceder a Israel la conversión y el perdón de los
pecados. Nosotros somos testigos de estas cosas, nosotros y el Espíritu Santo
que Dios ha enviado a los que le obedecen”. Llamaron a los Apóstoles, y después
de hacerlos azotar, les prohibieron hablar en el nombre de Jesús y los
soltaron. Los Apóstoles, por su parte, salieron del Sanedrín, dichosos de haber
sido considerados dignos de padecer por el nombre de Jesús.
Palabra de
Dios.
Te
alabamos, Señor.
SALMO
RESPONSORIAL
30
(29), 2. 4-6. 11-12a. 13b
R.:
YO TE
GLORIFICO, SEÑOR,
PORQUE
TU ME LIBRASTE.
Yo te glorifico, Señor,
porque tú me libraste
y no quisiste que mis enemigos
se rieran de mí.
Tú, Señor, me levantaste del Abismo
y me hiciste revivir,
cuando estaba
entre los que bajan al sepulcro R.:
Canten al Señor, sus fieles;
den gracias a su santo Nombre,
porque su enojo dura un instante,
y su bondad, toda la vida:
si por la noche se derraman lágrimas,
por la mañana renace la alegría R.:
“Escucha, Señor, ten piedad de mí;
ven a ayudarme, Señor”.
Tú convertiste mi lamento en júbilo.
¡Señor, Dios mío,
te daré gracias eternamente! R.:
SEGUNDA
LECTURA.
TOMADA
DEL LIBRO EL
APOCALIPSIS
5, 11-14
Yo, Juan, oí la voz de una multitud de Ángeles que
estaban alrededor del trono, de los Seres Vivientes y de los Ancianos. Su
número se contaba por miles y millones, y exclamaban con voz potente: “El
Cordero que ha sido inmolado es digno de recibir el poder y la riqueza, la
sabiduría, la fuerza y el honor, la gloria y la alabanza”. También oí que todas
las criaturas que están en el cielo, sobre la tierra, debajo de ella y en el
mar, y todo lo que hay en ellos, decían: “Al que está sentado sobre el trono y
al Cordero, alabanza, honor, gloria y poder, por los siglos de los siglos”. Los
cuatro Seres Vivientes decían: “¡Amén!”, y los Ancianos se postraron en actitud
de adoración.
Palabra de
Dios.
Te
alabamos, Señor.
¡ALELUYA!
Resucitó Cristo, que
creó todas las cosas y tuvo misericordia de su pueblo.
¡ALELUYA!
EVANGELIO.
EVANGELIO
DE
NUESTRO
SEÑOR JESUCRISTO
SEGÚN SAN
JUAN 21, 1-14
Después de esto, Jesús se apareció otra vez a los
discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Sucedió así: estaban juntos Simón
Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de
Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: “Voy a pescar”. Ellos le
respondieron: “Vamos también nosotros”. Salieron y subieron a la barca. Pero
esa noche no pescaron nada. Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los
discípulos no sabían que era Él. Jesús les dijo: “Muchachos, ¿tienen algo para comer?”
Ellos respondieron: “No”. Él les dijo: “Tiren la red a la derecha de la barca y
encontrarán”. Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían
arrastrarla. El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: “¡Es el Señor!”.
Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único
que llevaba puesto, y se tiró al agua. Los otros discípulos fueron en la barca,
arrastrando la red con los peces, porque estaban sólo a unos cien metros de la
orilla. Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre
las brasas y pan. Jesús les dijo: “Traigan algunos de los pescados que acaban
de sacar”. Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra, llena de peces
grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió.
Jesús les dijo: “Vengan a comer”. Ninguno de los discípulos se atrevía a
preguntarle: “¿Quién eres?”, porque sabían que era el Señor. Jesús se acercó,
tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado. Esta fue la tercera
vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos.
Palabra de
Dios.
¡Gloria
y honor a Ti, Señor Jesús!
VALENTÍA
Y CONFIANZA EN EL SEÑOR.
Jesús nos acompaña
en la misión.
El
capítulo 21 del Evangelio según San Juan está cargado de simbolismo. La escena
de la pesca es muy semejante a la que Lucas narra en el capítulo 5 de su
evangelio. La diferencia es que ahora Jesús es el Señor resucitado. El vencedor
de la muerte dice a sus discípulos: “echad la red”. Los siete discípulos
representan a toda la Iglesia,
que debe dar testimonio de su fe; los 153 peces quizá simbolicen el número de
naciones conocidas entonces, porque a todos se les anuncia la Buena Noticia. Al
principio no pescan nada, pues sin la presencia de Jesús
la Iglesia no
puede nada, aunque emplee los medios
más modernos en la transmisión de la fe. Pero Él
está con nosotros y nos dice de nuevo: “Echad las redes”.
Tenemos que ser
coherentes y valientes.
Hemos de
hacer realidad en nuestra vida aquello que a los Apóstoles les causó la cárcel,
pero que les dio la verdadera paz y felicidad que vienen de Dios: “Hay que
obedecer a Dios antes que a los hombres”. El Señor
habla, sigue hablando y a cada uno en particular nos pide cosas concretas a
través de las mil circunstancias de la vida ordinaria. Hemos de ser valientes:
“Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”. Por ser coherentes con su compromiso sufrieron mil
penalidades: “Azotaron a los Apóstoles, les prohibieron hablar en nombre de
Jesús y los soltaron. Los Apóstoles salieron del consejo contentos de haber
merecido aquel ultraje por el nombre de Jesús”. Los
Apóstoles no eran en su caminar por la tierra seres anormales, masoquistas… Pero sí eran personas enamoradas y el amor lo sufre todo con
felicidad. Se esforzaron por
llevar a Cristo en el corazón, y ponerlo en los corazones de los demás. “Cristo
una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más, la muerte ya no tiene
dominio sobre Él”, proclamaron con entusiasmo. Ya lo decía San Bernardo: “creed al
experimentado”. La Iglesia desde el principio
aparece como signo de contradicción, por eso es perseguida. El anuncio valiente
del Evangelio puede acarrear persecución por parte de los poderes de este
mundo, pero está claro que “hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”. Si la
Iglesia se acomodase a este mundo perdería el sentido de su
ser. Sólo si presenta con valentía el anuncio gozoso y liberador del Evangelio
se identificará con el Cordero Pascual, Jesucristo muerto y resucitado que se
entrega por nosotros. Estos días se está
proyectando en los cines la película “Cristiada”. Una narración épica de la Guerra Cristera
(1926-1929), que fue detonada por el intento del gobierno mexicano de suprimir
la libertad de culto. La película sigue la epopeya de gente ordinaria de todo
el país que eligió defender su libertad. Todos ellos deberán decidir si están
dispuestos a dar su vida por defenderla. Y
decidieron que sí… por fidelidad a Jesucristo. Hoy día
en muchos países los cristianos son perseguidos, pero siguen defendiendo su fe.
Estos días nos llegaba el ejemplo sobrecogedor de la República Centroafricana
y su obispo Juan José Aguirre. Ahí están los misioneros, hasta el final, al
lado de los más pobres.
El seguimiento de
Jesucristo merece la pena.
El Señor
pregunta a San Pedro tres veces seguidas si le ama, como si tuviera que reparar
así por las tres negaciones. La vida de los Apóstoles y en especial la de San
Pedro son muy edificantes por lo que tienen de caídas, como nosotros, y de
arrepentimiento. San Pedro tenía mucho de palabra: Señor si es necesario
moriremos contigo, nada más ver al Señor se lanza al agua... Pero negó tres
veces a Jesús ¡Qué caída más horrorosa, peor que la de Judas! Pero a diferencia
de Judas, Pedro amaba con todas la fuerza de su alma al Maestro. Jesús ya
resucitado le da a Pedro la primacía en toda la Iglesia “apacienta mis
corderos”, “pastorea mis ovejas”. Jesús pregunta insistentemente: “¿me amas?” y
Simón en su tercera respuesta como quejándose: “Señor tú lo sabes todo, tú
sabes que te amo”. Y nosotros somos iguales:
¡cuántas caídas! ¡Cuántas cosas de las
que tenemos que arrepentirnos! ¡Cuántas faltas de amor a Dios y al prójimo! y como San Pedro le decimos al Señor: “Tú lo sabes todo, tú
sabes que te amo”.
A cada uno
de nosotros Jesucristo le propone seguirle con un encargo concreto.
En esto consiste ser cristiano.
Padre José Mª Martín,
OSA
España
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Jesús nos
bendiga, a ustedes y a nosotros,
Nina y
Juan.