Hemos encontrado este
artículo acerca del Ministerio de Sanación o Curación, nos ha parecido muy
interesante pues arroja muchas luces acerca de este tema tan importante para
todos los cristianos y especialmente para los católicos seguidores de la
espiritualidad de Pentecostés.
También
nos ha movido a publicarlo, el haber leído un comentario acerca de la
resignación con que un cristiano debe enfrentar su enfermedad, estamos
totalmente en desacuerdo en ese punto, creemos que un cristiano resignado, no
es un verdadero cristiano, sabiendo que tenemos un Dios Vivo, jamás debemos
resignarnos a vivir nuestras enfermedades sin pedirle a Él que nos sane.
Una cosa
muy diferente es asumir que uno padece de una determinada enfermedad y otra es
dejarse abatir por ella, recordemos que Jesús es el amo de lo imposible y que
para Él todo es posible. Por algo Él mismo nos dice que pidamos a tiempo y a
destiempo.
Esperamos
que este artículo sea de provecho para todos nuestros hermanos y en especial
para aquellos que conforman la Renovación Carismática
Católica en El Espíritu Santo.
Jesús nos
bendiga, a ustedes y a nosotros,
Nina y
Juan.
_________________________________
MINISTERIO DE SANACIÓN
Desde la
curación milagrosa pura y dura, hasta la liberación de hábitos nocivos, el don
de sobrellevar con gozo la adversidad o una mejor labor del médico, la oración por los enfermos no solo es un deber cristiano
sino origen de muchos bienes, que enumera el obispo
Uribe Jaramillo.
Alfonso Uribe Jaramillo fue el
obispo de Sonsón-Rionegro (Colombia) de 1968 a 1993, uno de los obispos participantes
en el Concilio Vaticano II y uno de los impulsores de la Renovación Carismática
en América.
En vísperas de la Jornada del Enfermo, que
cada año se celebra el 11 de febrero, fiesta de Nuestra Señora de Lourdes,
retomamos una enumeración de frutos de la oración por los enfermos que él mismo
experimentó cuando, ya siendo obispo, empezó a orar por ellos de manera
regular. Lo tomamos de su librito ya casi inencontrable “Pastoral Renovada” (Librería
Parroquial de Clavería, México).
Frutos del Ministerio de Sanación y la oración por los
enfermos (por Mons. Alfonso Uribe Jaramillo).
Cuando se menciona hoy
el ministerio de curación corporal como elemento valioso e integral de la pastoral
se ponen los gritos en el cielo.
Por experiencia personal sé que si uno trabaja pastoralmente en este campo se expone a incomprensiones, críticas y burlas. Pero tengo que afirmar también que este ministerio le acerca a uno a sus hermanos de una manera especial y es fuente de compensaciones insospechadas. Lo único que lamento es haber descubierto tan tarde la importancia y la riqueza de este ministerio al que Jesús dedicó tanto tiempo y tanto amor. Muchas de las prevenciones que se tienen contra este ministerio se deben a falta de buena información.
Por experiencia personal sé que si uno trabaja pastoralmente en este campo se expone a incomprensiones, críticas y burlas. Pero tengo que afirmar también que este ministerio le acerca a uno a sus hermanos de una manera especial y es fuente de compensaciones insospechadas. Lo único que lamento es haber descubierto tan tarde la importancia y la riqueza de este ministerio al que Jesús dedicó tanto tiempo y tanto amor. Muchas de las prevenciones que se tienen contra este ministerio se deben a falta de buena información.
Se tiene, por ejemplo, la
idea errónea de que curación y milagro son casi sinónimos. Por eso llaman milagreros a quienes ejercen este
ministerio. Sin embargo, se trata de cosas muy distintas, pues aunque una
curación pueda ser milagrosa, esto será la excepción.
San Pablo distingue en
la enumeración que hace de los carismas entre curaciones y milagros (1Cor 12, 4-11):
Ciertamente, hay diversidad de dones, pero todos proceden
del mismo Espíritu. Hay diversidad de ministerios, pero un solo Señor. Hay
diversidad de actividades, pero es el mismo Dios el que realiza todo en todos.
En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común. El Espíritu da a uno
la sabiduría para hablar; a otro, la ciencia para enseñar, según el mismo
Espíritu; a otro, la fe, también en el mismo Espíritu. A este se le da el
don de curar, siempre en ese único Espíritu; a aquel, el don de hacer
milagros; a uno, el don de profecía; a otro, el don de juzgar sobre el valor de
los dones del Espíritu; a este, el don de lenguas; a aquel, el don de
interpretarlas. Pero en todo esto, es el mismo y único Espíritu el que actúa,
distribuyendo sus dones a cada uno en particular como Él quiere.
La misma distinción
encontramos en Hechos 4, 29-30:
Ahora, Señor, mira sus amenazas, y permite a tus
servidores anunciar tu Palabra con toda libertad: extiende tu mano para que
se realicen curaciones, signos y prodigios en el nombre de tu santo
servidor Jesús.
Otros creen que ejercer
el ministerio de sanidad corporal es propio de santos. Olvidan que el ejercicio de cualquier carisma puede darse en
personas que estén en pecado, y que lo que muestra la santidad de una persona
es el amor con que ejerza los carismas. Judas y
Caifás ejercieron carismas, a pesar de lo que eran, y nosotros los sacerdotes
podemos estar en pecado y consagrar válidamente en virtud del carisma que
recibimos el día de nuestra Ordenación.
Otros toman una posición
muy cómoda para no ejercer el carisma de sanidad y es la de afirmar que para eso
están los médicos y las medicinas modernas. Pero
cuántas personas carecen por pobreza de estos recursos, y cuántas enfermedades
son incurables. La oración por curación
no excluye ni la visita al médico ni el uso de medicamentos, quien pueda
disponer de estos recursos debe hacerlo; pero en
estos casos no sobra la oración, pues ésta puede ayudar
para que el médico acierte mejor el diagnóstico y en la formulación de la droga
mejor y para que ésta obre con mayor eficacia. (La lectura del capítulo 38, versículos del 1 al 9 del libro del Eclesiástico da mucha
luz sobre este punto):
Honra al médico por sus servicios, como corresponde,
porque también a él lo ha creado el Señor. La curación procede del Altísimo, y
el médico recibe presentes del rey. La ciencia del médico afianza su prestigio
y él se gana la admiración de los grandes. El Señor hizo brotar las plantas
medicinales, y el hombre prudente no las desprecia. ¿Acaso una rama no endulzó
el agua, a fin de que se conocieran sus propiedades? El Señor dio a los hombres
la ciencia, para ser glorificado por sus maravillas. Con esos remedios el
médico cura y quita el dolor, y el farmacéutico prepara sus ungüentos. Así, las
obras del Señor no tienen fin, y de Él viene la salud a la superficie de la
tierra. Si estás enfermo, hijo mío, no seas negligente, ruega al Señor, y Él te
sanará.
Tampoco hay que esperar
resultados inmediatos cuando se ora por un enfermo. A nosotros nos toca solamente orar y dejar al Señor el
resultado. Generalmente la salud
se recupera mediante un proceso que puede ser muy largo pero que es muy útil
para que el enfermo vaya conociendo mejor al Señor y vaya mejorando sus
relaciones con Dios.
Otros sacerdotes dicen
que para este fin tenemos el Sacramento de la Unción de los enfermos y que lo demás sobra; no tienen en cuenta que la Renovación Carismática
Católica da gran importancia a este sacramento. Además, hay
muchos casos de enfermedad que no permiten la administración del Sacramento
pero sí el Ministerio de Sanidad por la Oración.
FRUTOS DEL MINISTERIO
DE SANACIÓN
1.- Experiencia del Amor de Cristo.
El gran valor pastoral
de este ministerio de sanidad consiste en la experiencia que reciben los
enfermos del amor de Cristo que aparece de manera concreta en su compasión por
los que sufren. Cuando uno ora al Señor por un enfermo y con él, siempre hay
una manifestación de paz y alegría en él, aunque no se dé ningún cambio
aparente en el estado de su salud.
Con este ministerio la
gente comprende mejor la realidad de un Jesús vivo que es el mismo siempre y que ahora hace por ministerio de la Iglesia todo lo que
aparece en el Evangelio.
Muchos que han oído decir
frecuentemente que “Dios es amor”, sienten por primera vez la realidad de ese
amor paternal cuando alguien implora de Él la salud para uno de sus hijos y
éste la obtiene, sea de una manera total o al menos parcial.
Hablamos mucho en teoría
del amor de Dios, pero nos da miedo hablar de su experiencia. Y ¿cómo vamos a predicar con fuerza el amor de Dios si no
hacemos nada para que un enfermo lo palpe?
Lo que hallo más interesante en el Ministerio de Sanación es este aspecto pastoral del encuentro real de los enfermos con el poder y el amor del Señor. Más aún, si no fuera por este aspecto, yo no hallaría mucha razón de ser en esta tarea. Mientras no se descubra este aspecto, que es primordial, no se comprenderá ni se valorará debidamente la oración por la curación de los enfermos.
Lo que hallo más interesante en el Ministerio de Sanación es este aspecto pastoral del encuentro real de los enfermos con el poder y el amor del Señor. Más aún, si no fuera por este aspecto, yo no hallaría mucha razón de ser en esta tarea. Mientras no se descubra este aspecto, que es primordial, no se comprenderá ni se valorará debidamente la oración por la curación de los enfermos.
Cuando leemos el Santo
Evangelio, vemos cómo un endemoniado, una vez liberado por Jesús, quiere
acompañarlo (Mc 5, 18-19):
En el momento de embarcarse, el hombre que había estado
endemoniado le pidió que lo dejara quedarse con Él. Jesús no se lo permitió,
sino que le dijo: “Vete a tu casa con tu familia, y anúnciales todo lo que el
Señor hizo contigo al compadecerse de ti”.
Como la suegra de Pedro,
una vez curada de su fiebre, inmediatamente se pone a servir a Jesús (Mc 1, 29-31):
Cuando salió de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a
casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo
dijeron de inmediato. Él se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar.
Entonces ella no tuvo más fiebre y se puso a servirlos.
Era la reacción lógica
de quienes habían experimentado la caridad del Señor y querían corresponder a
ella con demostraciones concretas de gratitud.
2.-
Anestesia divina.
Así llama un autor el
fruto de la oración en algunos enfermos. No se curan, pero desaparecen o
disminuyen los dolores. Estas personas reciben un gran alivio con la oración
que se hace por su curación, y pueden alabar mucho al Señor y desempeñar sus
deberes o parte de ellos (**).
(**) De los propietarios de éste blog (Dios Viviente –RCC), yo
Juan, tengo esa experiencia, padezco de una enfermedad prácticamente incurable:
Psoriasis Artrítica, hace varios años, mis tobillos se inflamaban terriblemente
y me producían tantos y tan fuertes dolores que me era -prácticamente-
imposible apoyar los pies, por aquella época, yo manejaba un taxi, y esto por
supuesto me impedía realizar mi trabajo, el Señor Jesús me sanó de los dolores
-¡Bendito y alabado sea su Santo Nombre!- la inflamación aún prosigue, pero el
dolor desapareció por completo.
La fuente de la sanación
es el amor. Cuando nos acercamos
con compasión verdadera a un enfermo él siente esa corriente de amor del Señor
en su ser y los dolores disminuyen o desaparecen. Las madres saben esto por
intuición y por eso con sus caricias quitan tantos dolores del cuerpo de sus
pequeños enfermos.
3.-
Que el médico descubra la
causa de la
enfermedad y acierte en el tratamiento.
No pocas veces esa es la
respuesta de la oración que se hace por un enfermo. El Señor es el autor del
hombre, de la Ciencia
y de las medicinas. Cuando Él lo quiere, da su respuesta a través de estos
medios naturales que deben ser tenidos por todos en alto aprecio.
Recuerdo el caso de una
señorita que había estado sometida a minuciosos exámenes y a largo tratamientos
sin curarse de unos cólicos muy fuertes. Al día siguiente de una oración por su
salud, se hizo tomar una nueva radiografía ordenada por el especialista y éste
al estudiarla descubrió inmediatamente la causa de la dolencia y dijo que nunca
había visto una radiografía tan bien tomada. Casualidad dirán algunos. Respuesta amorosa del Señor decimos
quienes creemos en su amor y en su Providencia adorable y paternal.
Parecido resultado de la
oración es a veces el que un paciente ha rechazado una intervención quirúrgica
por miedo y con distintas excusas, reciba el valor necesario para someterse a
ella y ésta tenga pleno éxito.
4.-
Discernir que en algún caso lo prioritario es una sanación interior, no
corporal.
Puesto que más del 80%
de las enfermedades son psicosomáticas, hay que
buscar ante todo, la sanación interior de
la causa que origina la dolencia corporal. Para conocer esto en casos
especiales se necesita más claridad y ésta es el fruto de la oración.
En el ejercicio de este
Ministerio aparece a cada paso la acción maravillosa del Espíritu de verdad que
conduce sabiamente a quienes confían sobre todo en su luz y en su amor.
Con el carisma del
discernimiento se consigue en determinados momentos la claridad que, de manera
distinta, no habría aparecido.
Sobra advertir que en
estos casos habrá que orar primero por la sanación interior y dejar la física
para el segundo lugar.
También aparecerá a veces
que hay en el enfermo resentimientos profundos y falta de perdón y que a causa
de esto no es escuchada su oración por la curación. Con esta visión se procede entonces a pedir al Señor su
amor para con él poder perdonar y suprimir así el obstáculo.
5.- Liberación de un hábito nocivo.
5.- Liberación de un hábito nocivo.
Muchas enfermedades
pulmonares, gástricas, bronquiales, etc., son el resultado del exceso en el uso
del cigarrillo, el alcohol, la droga, etc.
Las personas son prisioneras de esos hábitos y se sienten incapaces de dejarlos. Será inútil orar por la sanación de tales enfermedades mientras subsista la causa de ellas.
La oración en estos casos
tiene que buscar, ante todo, la liberación de esa adicción o de ese hábito. Y se consigue cuando se ora con fe y perseverancia y cuando
el enfermo añade a la oración humilde el deseo sincero de corregirse y toma
para ello las medidas que estén a su alcance. Quizás no
nos hemos detenido a reflexionar sobre la necesidad y sobre las posibilidades
de esta clase de oración.
Quienes tienen
experiencia en esta clase de oración pueden aportar experiencias admirables. Lo
que sucede es que frente a nuestra voluntad débil e inconstante tenemos el
poder del Espíritu, pero contamos muy poco con Él. Su acción quiere llegar a
todas las áreas de nuestra persona y una de las más importantes es la de
nuestra voluntad tan debilitada por el pecado y por los malos hábitos. Aprendamos a iniciar muchas de nuestras oraciones con el
lenguaje de la Iglesia:
“Señor, fuerza de los que en ti esperan...”
6.-
Visión para organizar mejor la
vida y tener así mejor salud.
La causa de malestares y
aún enfermedades en muchos es la falta de organización y orden en el
desenvolvimiento de sus ocupaciones y de la debida distribución del tiempo. Aún
muchos apóstoles sucumben pronto agobiados por el trabajo debido a esta
circunstancia.
Hay personas que se encuentran en situaciones más difíciles y que exigen de ellas un trabajo agobiador. Otras se entregan sin necesidad a un activismo exagerado, expresión a veces de situaciones psicológicas anormales. Unos creen falsamente que a Dios le agrada únicamente el trabajo y que el descanso es, al menos, imperfecto.
Otros son incapaces de decir no y se entregan al servicio hasta quedar extenuados e incapacitados durante un tiempo para continuar ayudando a los demás con su ministerio. No pocos creen que tienen que llevar sobre sus hombros todo el peso de la humanidad y pronto caen sin fuerzas.
Hay personas que se encuentran en situaciones más difíciles y que exigen de ellas un trabajo agobiador. Otras se entregan sin necesidad a un activismo exagerado, expresión a veces de situaciones psicológicas anormales. Unos creen falsamente que a Dios le agrada únicamente el trabajo y que el descanso es, al menos, imperfecto.
Otros son incapaces de decir no y se entregan al servicio hasta quedar extenuados e incapacitados durante un tiempo para continuar ayudando a los demás con su ministerio. No pocos creen que tienen que llevar sobre sus hombros todo el peso de la humanidad y pronto caen sin fuerzas.
La oración, la docilidad
al Espíritu que muchas veces nos habla a través de personas y de
acontecimientos, pueden darnos la luz oportuna para distribuir mejor el tiempo,
para actuar de esta o de aquella manera y para proceder en cada circunstancia
como el Señor quiere que lo hagamos.
Somos seres racionales y
el Señor quiere que obremos como tales. Él nos da
su luz para ver con claridad: si se la pedimos con
humildad y con confianza de hijos.
7.-
Solución de un problema que influye en nuestra salud.
Las preocupaciones y los
problemas cuando son graves y persistentes nos ponen tensos y terminan por
afectar nuestra salud. Mientras no encontremos la solución adecuada o mientras
no obtengamos la paz y la fuerza del Señor para llevar la cruz con
tranquilidad, no sanaremos físicamente, sino que el mal crecerá.
La oración consigue esta
gracia y nos sana indirectamente. Aprendemos cuando oramos a “lanzar nuestras
preocupaciones en el Corazón amorosísimo del Señor y Él nos reconforta”.
Entendemos entonces el valor de la palabra de Dios cuando nos dice:
“Encomienda tu camino al Señor, confía en Él y Él actuará”
(Salmo 36).
“Confiad al Señor
todas vuestras preocupaciones, pues Él cuida de vosotros” (1Pe 5, 7).
“Por eso
os digo: no andéis preocupados por vuestra vida” (Mt 6, 25).
Cuando la
oración por sanación consiga la paz, la confianza en el Señor y la seguridad en
su amor, entonces vendrá la recuperación corporal como resultado necesario.
En los
Grupos de Oración encuentran muchos la solución de diversos problemas que los
tienen agobiados y enfermos, pues la oración unánime de varios tiene una fuerza
especial delante del Señor y consigue más de lo que creemos.
8.- Mejoría progresiva.
En muchos
casos, principalmente cuando se trata de enfermedades graves o crónicas, el fruto de la oración no es la curación total e inmediata,
sino el comienzo de una recuperación que avanzará en la medida en que
perseveremos en la oración. Esta mejoría, más o
menos apreciable, es la primera respuesta del Señor y encierra una invitación a
perseverar en la oración.
La
paciencia y la fidelidad en la oración son necesarias en este ministerio de
curación. Quienes deseen conseguir
efectos inmediatos y extraordinarios sufrirán muy pronto una gran decepción.
Debemos
creer en el amor y en el poder del Señor, pero también en su sabiduría que
conoce qué es lo que más conviene a su gloria y a la persona por quien oramos.
Él es el Señor y nosotros somos sus siervos.
Entre las causas que explican el lento proceso de la curación que aparece frecuentemente está nuestra debilidad y limitación como instrumentos del Señor. Esto debemos admitirlo con humildad, pero sin angustia. Podemos estrechar nuestra unión con Jesús y recibir más poder de su Espíritu, así nuestro ministerio tendrá más eficacia.
Entre las causas que explican el lento proceso de la curación que aparece frecuentemente está nuestra debilidad y limitación como instrumentos del Señor. Esto debemos admitirlo con humildad, pero sin angustia. Podemos estrechar nuestra unión con Jesús y recibir más poder de su Espíritu, así nuestro ministerio tendrá más eficacia.
9.- Curación inmediata y total.
En este
ministerio de sanación encontramos casos verdaderamente admirables y aún
extraordinarios. El Señor obra a veces a través de nosotros de una manera
especial, sea por la gran fe del enfermo, sea por la mucha oración que se ha
efectuado, o porque en un caso
particular quiere demostrar de manera más patente su amor y su poder infinitos.
Cuando
empezamos a orar por un enfermo, nunca sabemos qué le acontecerá. Este
ministerio está lleno de misterios y también de sorpresas. Estamos viendo cómo
actualmente aparecen curaciones inmediatas de graves enfermedades como cáncer,
leucemia, soplos cardíacos, asmas, etc.
Esto
aparece muy claro para quien tiene fe en el poder y en el amor del Señor y está
convencido de que Él es el Amo de la vida y de la muerte y que:
“se le ha dado todo el poder en el cielo y en
la tierra” (Mt 28, 18).
Al orar
por los enfermos entreguémonos con humildad y confianza a la acción del
Espíritu y dejemos que Él actúe en cada caso como quiera. A nosotros nos
corresponde solamente orar. El resultado depende del Señor. Suyo es el Reino,
suyo el poder y la gloria.
10.- Fortalecimiento mental y físico.
Fruto
también del ministerio de oración por sanación es recibir más salud mental y
corporal, lo mismo que la conservación de la misma. En la oración que recita el
sacerdote antes de comulgar pide que el cuerpo y la sangre de Cristo que va a
recibir le sirvan de “defensa para el alma y el cuerpo” y se conviertan en
remedio de salvación.
Agnes
Sanford, en su libro Healing Light, aconseja que nos pongamos en oración y le
pidamos al Señor que su vida recorra cada parte de nuestro organismo, la
reanime, la fortalezca y la sane si está enferma. Esta súplica estará
acompañada de una visualización de la acción del Señor en cada parte del cuerpo
y de una profunda acción de gracias por el amor infinito que nos tiene.
Nuestra
oración tiene que pedir, antes de todo, la santificación y el crecimiento
espiritual, pero debe incluir
también nuestra fortaleza y salud corporal que constituyen también un gran bien
y deben ser tenidas en alta estima.
11.- Apresurar el descanso de la muerte.
Más de una
vez al orar por un enfermo que está penando mucho, el resultado es que éste
muere pronto y con gran paz. ¿No es éste un fruto maravilloso del ministerio de
sanación? ¿No constituye un gran beneficio para quienes tienen que asistirlo?
Nunca
sabemos cuál va a ser la respuesta del Señor a nuestra oración. De lo que sí
estamos seguros es de que la única oración que se pierde es la que no se hace.
Tomado de Religión en
Libertad
No hay comentarios:
Publicar un comentario