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SANTIAGO, Chile
Somos un matrimonio católico chileno, compuesto por Juan Rajs Grzebien, Corredor de Propiedades y Helicicultor y Nina Mónica Ramírez Donders, Profesora de Religión y Moral, Habilitada en Filosofía y Educadora de Párvulos, nuestra intención es promover la Doctrina y Cultura Católicas. Para mí, Juan Rajs, mi mayor orgullo y mi gran inspiración es Ninita, mi esposa, mi Dulce y Tierno regalito de Jesús como yo la llamo, no ceso de alabar a Dios por habermela concedido desde la eternidad, para amarla, respetarla y cuidarla siempre.

miércoles, 24 de octubre de 2012

EVANGELIO DEL DOMINGO

XXXº DOMINGO DEL TIEMPO COMÚN
DE LA IGLESIA




“TU LUZ, SEÑOR,

NOS HACE VER LA LUZ”



DOMINGO 28 DE OCTUBRE DE 2012

PRIMERA LECTURA.

TOMADA DEL LIBRO
DE JEREMÍAS 31, 7-9

Así habla el Señor: ¡Griten jubilosos por Jacob, aclamen a la primera de las naciones! Háganse oír, alaben y digan: “¡El Señor ha salvado a su pueblo, al resto de Israel!” Yo los hago venir del país del Norte y los reúno desde los extremos de la tierra; hay entre ellos ciegos y lisiados, mujeres embarazadas y parturientas: ¡es una gran asamblea la que vuelve aquí! Habían partido llorando, pero Yo los traigo llenos de consuelo; los conduciré a los torrentes de agua por un camino llano, donde ellos no tropezarán. Porque Yo soy un padre para Israel y Efraím es mi primogénito.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL
126 (125), 1-6

R.: ¡GRANDES COSAS HIZO
EL SEÑOR POR NOSOTROS!

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía que soñábamos:
nuestra boca se llenó de risas
y nuestros labios, de canciones  R.:  

Hasta los mismos paganos decían:
“¡El Señor hizo por ellos grandes cosas!”
¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros
y estamos rebosantes de alegría!  R.:  

¡Cambia, Señor, nuestra suerte
como los torrentes del Neguéb!
Los que siembran entre lágrimas
cosecharán entre canciones  R.:   

El sembrador va llorando
cuando esparce la semilla,
pero vuelve cantando
cuando trae las gavillas   R.:  

SEGUNDA LECTURA.

TOMADA DE LA CARTA A
LOS HEBREOS 5, 1-6

Hermanos:

Todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los hombres y puesto para intervenir en favor de los hombres en todo aquello que se refiere al servicio de Dios, a fin de ofrecer dones y sacrificios por los pecados. Él puede mostrarse indulgente con los que pecan por ignorancia y con los descarriados, porque él mismo está sujeto a la debilidad humana. Por eso debe ofrecer sacrificios, no solamente por los pecados del pueblo, sino también por sus propios pecados. Y nadie se arroga esta dignidad, si no es llamado por Dios como lo fue Aarón. Por eso, Cristo no se atribuyó a sí mismo la gloria de ser Sumo Sacerdote, sino que la recibió de Aquel que le dijo: “Tú eres mi Hijo, Yo te he engendrado hoy”. Como también dice en otro lugar: “Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec”.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

¡ALELUYA!

Nuestro Salvador Jesucristo destruyó la muerte e hizo brillar la vida, mediante la Buena Noticia
(2 Tim 1, 10b).

¡ALELUYA!

EVANGELIO.

EVANGELIO DE
NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
SEGÚN SAN MARCOS 10, 46-52

Cuando Jesús salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo -Bartimeo, un mendigo ciego- estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: “¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!” Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: “¡Hijo de David, ten piedad de mí!” Jesús se detuvo y dijo: “Llámenlo”. Entonces llamaron al ciego y le dijeron: “¡Ánimo, levántate! Él te llama”. Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia Él. Jesús le preguntó: “¿Qué quieres que haga por ti?” Él le respondió: “Maestro, que yo pueda ver”. Jesús le dijo: “Vete, tu fe te ha salvado”. En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino.

Palabra de Dios.
¡Gloria y honor a Ti, Señor Jesús!

¡NO TE QUEDES QUIETO, DA EL SALTO HACIA JESÚS!

Dios cumple su promesa y salva.
 
En el horizonte abierto por esta salvación prometida y esperada, el profeta Jeremías ve venir una gran multitud que peregrina hacia Jerusalén, dando gracias a Dios y celebrando su liberación. Se comprende que un pueblo desterrado y disperso entienda la salvación en términos de reunión y retorno a la patria querida. Pero Dios, que habla por boca de su profeta, dice mucho más. La invitación al gozo por el retorno de Jacob, por la repatriación de los hijos de Jacob, y a cantar las alabanzas de Yahvé es como una “monición litúrgica” dirigida a una asamblea festiva. Todos los congregados en esta asamblea deben saludar con júbilo al pueblo que ha sido salvado y distinguido por Yahvé entre todos los pueblos de la tierra. Pero, al celebrar el don que Jacob ha recibido, no deben olvidarse de que ha sido Yahvé el que se lo ha concedido.

Seamos agradecidos

Yahvé toma la palabra y confirma su promesa de reunir a los dispersos y conducir a los desterrados, en un segundo éxodo, hacia la tierra que abandonaron. Y porque la palabra de Yahvé es verdadera y no defrauda, el profeta la da por cumplida e invita a la asamblea a celebrar lo que aún está por venir. Se descubre aquí hermosamente la solicitud del Señor que marcha delante de su pueblo, su atención preferente a los más débiles: ciegos y cojos, preñadas y paridas. Es el buen pastor que cuida de los que van a la zaga y se preocupa de que nadie se quede en el camino. La restitución de Israel será perfecta. Los que marcharon llorando a su destierro, volverán llenos de alegría, y hasta la tierra se alegrará con su regreso. La profecía termina descubriendo el corazón de Dios, de donde procede toda iniciativa de salvación. El pueblo ha de comprender que Dios, a pesar de todo, sigue siendo como un padre. Por eso, canta agradecido con el Salmo 125: “El Señor ha sido grande con nosotros, y estamos alegres”.

No nos conformemos con “pedir limosna”.
 
El ciego Bartimeo, echado al borde del camino, ha oído hablar de Jesús y se ha enterado que va a pasar por allí. Mientras pide limosna a los peregrinos que suben a Jerusalén, este pobre ciego pone toda su confianza en el que ha de venir, en el Mesías o Hijo de David. No quiere seguir pidiendo limosna, quiere salir de su frustración, quiere algo más que lo libere… Por el rumor de la gente y el griterío se da cuenta de que se aproxima Jesús y que con Él ha llegado su gran oportunidad. Entonces se pone a gritar con todas sus fuerzas llamando a Jesús Hijo de David, que era el nombre o título con que el pueblo designaba al Mesías prometido. De este Mesías se esperaba la salvación nacional y el cumplimiento de todas las promesas que Dios hiciera a Israel. Se esperaba también que curara a los ciegos, de ahí la gran confianza de Bartimeo. Los que marchaban delante del grupo, al oír los gritos del ciego y lo que decía, le mandaron callar. Pero Jesús se detuvo y lo mandó llamar. Bartimeo, aumentada su confianza, se puso de un salto delante de Dios. También nosotros tenemos que poner nuestra confianza en el Señor, no debemos conformarnos con “pedir limosna”, con ir tirando… Tenemos que “dar el salto” y “soltar el manto”, es decir todo aquello que nos ata, para acercarnos a Jesús. Él es el que auténticamente nos libera.

Descubramos a Jesús que pasa junto a nosotros

A ello nos invita San Agustín en el comentario a este evangelio: “Pasaba Él cuando el ciego gritaba; para sanarlo se paró. El pasar de Cristo ha de mantenernos atentos para gritar. ¿Cuál es el pasar de Cristo? Todo lo que sufrió por nosotros es su pasar. Nació: pasó; ¿acaso nace todavía? Creció: pasó; ¿acaso crece todavía? Tomó el pecho: ¿acaso lo toma todavía? Cansado se durmió, ¿acaso duerme todavía? Comió y bebió: ¿lo hace todavía? Finalmente fue apresado, encadenado, azotado, coronado de espinas, abofeteado, cubierto de esputos, colgado del madero, muerto, herido con la lanza y, sepultado, resucitó: todavía pasa. Subió al cielo, está sentado a la derecha del Padre: se paró. Grita cuanto puedas, que ahora te otorga la visión. Gritemos, pues, y vivamos santamente".

Confesar nuestra fe.
 
Jesús le concede la gracia que le ha pedido y le dice que su fe le ha curado. Bartimeo tiene ya luz y camino. Bartimeo no se quedará sentado en las tinieblas, seguirá a Jesús "glorificando a Dios. La confesión de este ciego, que ha aclamado a Jesús como Hijo de David, ha desvelado públicamente el misterio mesiánico del Profeta de Nazaret. Pronto será todo el pueblo el que aclame a Jesús en Jerusalén y le salude como Mesías, como el que viene en nombre del Señor. Pues ha llegado el momento en el que, si callan los discípulos de Jesús, "gritarán las piedras”. En este “Año de la fe”, Jesucristo nos invita a confesarla y dar testimonio de ella ante todos. 

¿Qué pasaría si cada uno de nosotros manifestara su fe ante una persona, un amigo, un compañero de trabajo…..?


Padre José Mª Martín, OSA
                   España
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Jesús nos bendiga, a ustedes y a nosotros,
Nina y Juan.
 

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