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SANTIAGO, Chile
Somos un matrimonio católico chileno, compuesto por Juan Rajs Grzebien, Corredor de Propiedades y Helicicultor y Nina Mónica Ramírez Donders, Profesora de Religión y Moral, Habilitada en Filosofía y Educadora de Párvulos, nuestra intención es promover la Doctrina y Cultura Católicas. Para mí, Juan Rajs, mi mayor orgullo y mi gran inspiración es Ninita, mi esposa, mi Dulce y Tierno regalito de Jesús como yo la llamo, no ceso de alabar a Dios por habermela concedido desde la eternidad, para amarla, respetarla y cuidarla siempre.

sábado, 17 de agosto de 2013

EVANGELIO DEL DOMINGO

XXº DOMINGO DEL TIEMPO
COMÚN DE LA IGLESIA.





“EL FUEGO DEL AMOR”.

DOMINGO 18 DE AGOSTO DE 2013


PRIMERA LECTURA.

TOMADA DEL LIBRO DE
JEREMÍAS 38, 3-6. 8-10

El profeta  Jeremías decía al pueblo: “Así habla el Señor: “Esta ciudad será entregada al ejército del rey de Babilonia, y éste la tomará”. Los jefes dijeron al rey: “Que este hombre sea condenado a muerte, porque con semejantes discursos desmoraliza a los hombres de guerra que aún quedan en esta ciudad, y a todo el pueblo. No, este hombre no busca el bien del pueblo, sino su desgracia”. El rey Sedecías respondió: “Ahí lo tienen en sus manos, porque el rey ya no puede nada contra ustedes”. Entonces ellos tomaron a Jeremías y lo arrojaron al aljibe de Malquías, hijo del rey, que estaba en el patio de la guardia, descolgándolo con cuerdas. En el aljibe no había agua sino sólo barro, y Jeremías se hundió en el barro. Ebed Mélec salió de la casa del rey y le dijo: “Rey, mi señor, esos hombres han obrado mal tratando así a Jeremías; lo han arrojado al aljibe, y allí abajo morirá de hambre, porque ya no hay pan en la ciudad”. El rey dio esta orden a Ebed Mélec, el hombre de Cusa: “Toma de aquí a tres hombres contigo, y saca del aljibe a Jeremías, el profeta, antes de que muera”.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL
40 (39), 24. 18

R.:
¡Señor,
ven pronto a socorrerme!

Esperé confiadamente en el Señor:
Él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor R.:

Me sacó de la fosa infernal, del barro cenagoso;
afianzó mis pies sobre la roca y afirmó mis pasos  R.:

Puso en mi boca un canto nuevo,
un himno a nuestro Dios.
Muchos, al ver esto,
temerán y confiarán en el Señor  R.:

Yo soy pobre y miserable,
pero el Señor piensa en mí;
Tú eres mi ayuda y mi libertador,
¡no tardes, Dios mío!  R.:

SEGUNDA LECTURA.

TOMADA DE LA CARTA DEL A
LOS HEBREOS 12, 1-4

Hermanos:

Ya que estamos rodeados de una verdadera nube de testigos, despojémonos de todo lo que nos estorba, en especial del pecado, que siempre nos asedia, y corramos resueltamente al combate que se nos presenta. Fijemos la mirada en el iniciador y consumador de nuestra fe, en Jesús, el cual, en lugar del gozo que se le ofrecía, soportó la cruz sin tener en cuenta la infamia, y ahora “está sentado a la derecha” del trono de Dios. Piensen en Aquél que sufrió semejante hostilidad por parte de los pecadores, y así no se dejarán abatir por el desaliento. Después de todo, en la lucha contra el pecado, ustedes no han resistido todavía hasta derramar su sangre.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

¡ALELUYA!

“Mis ovejas escuchan mi voz, Yo las conozco y ellas me siguen”, dice el Señor
(Jn 10, 27).

¡ALELUYA!

EVANGELIO.

EVANGELIO DE
NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
SEGÚN SAN LUCAS 12, 49-53

Jesús dijo a sus discípulos: Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo, ¡y qué angustia siento hasta que esto se cumpla plenamente! ¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división. De ahora en adelante, cinco miembros de una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.

Palabra de Dios.
¡Gloria y honor a Ti, Señor Jesús!

JESÚS NO NOS DEJA INDIFERENTES.

Somos profetas.

La voz del profeta Jeremías se alza para proclamar lo absurdo de cualquier alianza con Egipto en contra de Babilonia. Sin embargo, los representantes del mundo oficial deciden a su antojo en lugar del pueblo hambriento y desmoralizado: un nacionalismo y una resistencia militar que hace caso omiso de la palabra del profeta. La voz del profeta es molesta cuando interpreta el sentimiento popular. Los poderosos intentarán suprimirlo. Muchos años más tarde se producirá una situación semejante con Jesús. La cisterna en la que encierran a Jeremías viene a ser un símbolo del abandono y de la muerte. La oración que numerosas veces hiciera Jeremías de “ser contado con los que bajan a la fosa” se hacía realidad en la vida del profeta. Así la acción profética quedaba concluida, ya que su vida misma apoyaba sus palabras. Cuando el que profetiza une su vida a su palabra, lo que de ahí puede salir es algo de una fuerza imprevisible y definitiva. En el momento de la prueba solamente un extranjero se apiada del profeta y se salva gracias a la simpatía de un cortesano etíope. El profeta está empeñado en una empresa ardua, casi imposible: hacer recapacitar al pueblo para que tome conciencia de pueblo elegido. Es difícil oír la voz de un profeta que clama por la confianza en Dios, cuando el hombre solamente confía en sí mismo. Hoy hacen falta profetas que denuncien la injusticia y anuncien la salvación. El Papa Francisco lo está haciendo. El habla del espíritu del mal, el diablo, que hace que los poderosos se aprovechen de los débiles. En el bautismo fuimos ungidos como profetas, ¿somos conscientes del compromiso que adquirimos?

El evangelio de hoy
puede parecer desconcertante.

No siempre fácil de encajar, al menos para mí: “No penséis que he venido a la tierra a sembrar paz; no he venido a sembrar paz, sino espadas. He venido a enemistar”. ¿Por qué diría Jesús que no ha venido a sembrar paz sino a enemistar? ¿Acaso es un aviso para que no nos conformemos con cualquier paz en nombre de Dios, ni nos traguemos cualquier guerra en nombre del Evangelio? Hay una violencia que es provocada por las personas. Pero también hay una violencia que es fruto de la misma vida; y es absolutamente necesaria, porque sin ella la vida no tendría lugar. Desde el primer momento de su existencia la vida, cualquier vida, tiene algo de lucha. La vida sufre violencia para nacer. También para crecer, para madurar. Todo cambio es doloroso porque supone romper con lo que era para empezar a ser de una forma nueva. Jesús era bien consciente de esta realidad. El cambio que su predicación y su presencia ofrecían a las gentes de su tiempo no se podía producir sin dolor, sin violencia. Suponía cambios grandes en la sociedad y en el interior de las personas. Muchos no estaban interesados en ese cambio. Eso creó enfrentamiento en torno a Jesús. Eso ha creado problemas a cuantos se han tomado en serio el Evangelio a lo largo de poco más de dos mil años. Hoy el Reino de Dios también sigue provocando violencia. El Reino supone cambios y conversión en nuestra vida personal y social. Son cambios que a muchos no nos gustan, aunque nos confesemos cristianos y frecuentemos las iglesias. Pero es el único camino para alcanzar la libertad y la vida que Jesús nos ofrece en el Reino del Padre. 

Jesús ya querría ver el mundo
arder en caridad y virtud.

¡Ahí es nada! Tiene que pasar por la prueba de un bautismo, es decir, de la cruz, y ya querría haberla pasado. Jesús tiene planes, y tiene prisa por verlos realizados. Podríamos decir que es presa de una santa impaciencia. Nosotros también tenemos ideas y proyectos, y los querríamos ver realizados enseguida. El tiempo nos estorba. “¡Qué angustia hasta que se cumpla!”, dijo Jesús. Es la tensión de la vida, la inquietud experimentada por las personas que tienen grandes proyectos. Por otra parte, quien no tenga deseos es un apocado, un muerto, un freno. Y, además, es un triste, un amargado que acostumbra a desahogarse criticando a los que trabajan. Son las personas con deseos las que se mueven y originan movimiento a su alrededor, las que avanzan y hacen avanzar. ¡Ten grandes deseos! ¡Apunta bien alto! Busca la perfección personal, la de tu familia, la de tu trabajo, la de tus obras, la de los encargos que te confíen. Los santos han aspirado a lo máximo. No se asustaron ante el esfuerzo y la tensión. Se movieron. ¡Muévete tú también! Recuerda las palabras de san Agustín: “Si dices basta, estás perdido. Añade siempre, camina siempre, avanza siempre; no te pares en el camino, no retrocedas, no te desvíes. Se guía para el que no avanza; retrocede el que vuelve a pensar en el punto de salida, se desvía el que apóstata. Es mejor el cojo que anda por el camino que el que corre fuera del camino”. Y añade: “Examínate y no te contentes con lo que eres si quieres llegar a lo que no eres. Porque en el instante que te complazcas contigo mismo, te habrás parado”. Es el momento de preguntarte: ¿Te mueves o estás parado? ¿Te produce violencia dentro de ti el mensaje de Jesucristo, o te deja indiferente?


Padre José Mª Martín, OSA
                   España
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Jesús nos bendiga, a ustedes y a nosotros,
Nina y Juan.
 

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