Y
LA VERDAD OS HARÁ LIBRES.
Hoy
queremos presentarles una enseñanza que va dirigida a todos los
cristianos y especialmente a nuestros hermanos católicos de la
Renovación Carismática Católica en El Espíritu Santo.
USTEDES
SON LA SAL Y LA LUZ DE LA TIERRA
USTEDES
SON EL FERMENTO DE LA MASA.
Estamos
en Chile en época pre-eleccionaria, hemos escuchado decir demasiadas
veces, a distintas personas, pero sobre todo a los cristianos, que
ellos no se meten en política, el utilizar esa frase y hacerla
propia, es
favorecer el relativismo moral,
no podemos ni debemos hacernos parte de este tipo de ideas, es
necesario que quienes decimos seguir a Cristo pongamos también en
práctica sus enseñanzas, nos dice Jesús en:
Mt
5, 13-16
Ustedes
son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué
se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y
pisada por los hombres. Ustedes
son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la
cima de una montaña. Y no se enciende una lámpara para meterla
debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que
ilumine a todos los que están en la casa. Así debe brillar ante los
ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos
vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo.
Y
también en:
Mt
13, 33
Después
les dijo esta otra parábola: “El Reino de los Cielos se parece a
un poco de levadura que una mujer mezcla con gran cantidad de harina,
hasta que fermenta toda la masa”.
Nuestra
misión como laicos, es ser la sal de la tierra, nuestra misión es
darle sabor a la vida, pero el sabor correcto, propagando la Palabra
de Dios, la Buena Nueva de Jesucristo, debemos ser luz para el mundo,
anunciando la Palabra de Dios y poniéndola en práctica para poder
transformarnos en el fermento que transforme toda la masa.
Sí
queremos que éste mundo cambie, que se respeten los derechos de
todas las personas debemos predicar con el ejemplo, no podemos ir a
Misa y comulgar, para luego salir a la calle y volver a nuestra vida
insípida, peleándonos con medio mundo, nadie nos creería, pero
suele ocurrir que apenas salidos del templo -ya en el
estacionamiento- nos peleamos por salir primeros, no podemos ser como
las semillas, que:
cayeron
en terreno pedregoso donde no había mucha tierra y brotaron
enseguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el
sol se quemaron y, por falta de raíz, se secaron
(Mt
13, 5-6).
Muy
por el contrario, debemos aprender y hacer vida en nosotros las
enseñanzas de Jesús.
Debemos
ser ejemplo para los demás.
CAUTELAR
LA VERDAD.
Pero
también tenemos otra misión en este mundo que va completamente
ligada a la anterior, tenemos la obligación de cautelar la verdad,
no solo de decirla nosotros, sino también de advertir a los otros
cuando se apartan de ella.
Sabemos
que es difícil, que hay muchos que dicen: “No, yo no me meto”,
para que me voy a hacer problemas, total, cada uno es responsable de
sus actos, pero la cosa no es tan así, tenemos
el deber y la obligación moral de advertir a quién se aparta de la
verdad,
a quién da interpretaciones antojadizas a situaciones que son
abiertamente contrarias a la escala de valores cristiana, citemos
como ejemplo “la
píldora de día después”, es un fármaco probadamente abortivo
-y decimos fármaco y no medicamento, pues estos últimos están
diseñados para salvar vidas, no para truncarlas- si revisamos la
historia en Chile, ella dirá, que fue aprobada para su distribución
por un gobierno de izquierda, pero que su implementación se realizó
en uno de centro derecha que se decía cristiano, piensen y concluyan
ustedes mismos.
Se
preguntarán algunos, ¿Y en qué se basan para esta última parte de
la enseñanza? Pues en el siguiente texto del profeta Ezequiel:
Ez
3, 16-20
Al
cabo de siete días, la palabra del Señor me llegó en estos
términos:
Hijo
de hombre, Yo te he puesto como centinela del pueblo de Israel.
Cuando escuches una palabra de mi boca, tú les advertirás de parte
mía. Cuando Yo diga al malvado: “Vas a morir”, si tú no se lo
adviertes, si no hablas para advertir al malvado que abandone su mala
conducta, y de esa manera salve su vida, el malvado morirá por su
culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre. Si tú, en cambio,
adviertes al malvado y él no se convierte de su maldad y de su mala
conducta, él morirá por su culpa, pero tú habrás salvado tu vida.
Y cuando el justo se aparte de su justicia para hacer el mal, Yo lo
haré tropezar, y él morirá porque tú no se lo has advertido:
morirá por su propio pecado y no le serán tenidas en cuenta sus
obras de justicia, pero a ti te pediré cuenta de su sangre. Si tú,
en cambio, adviertes al justo para que no peque y el justo no peca,
él vivirá porque ha sido advertido, y tú habrás salvado tu vida.
Veamos
pues, la situación es grave:
Cuando
Yo diga al malvado: “Vas a morir”, si
tú no se lo adviertes, si no hablas para advertir al malvado que
abandone su mala conducta, y de esa manera salve su vida, el
malvado morirá por su culpa, pero
a ti te pediré cuenta de su sangre.
Y
cuando
el justo se aparte de su justicia para
hacer el mal, Yo lo haré tropezar, y él
morirá porque tú no se lo has advertido: morirá por su propio
pecado y no le serán tenidas en cuenta sus obras de justicia, pero
a ti te pediré cuenta de su sangre.
No
es tan sencillo como parece ¿No?, continuemos:
Si
tú, en cambio, adviertes al malvado y él no se convierte
de su maldad y de su mala conducta, él
morirá por su culpa, pero
tú habrás salvado tu vida.
Si
tú, en cambio, adviertes al justo para que no peque y el justo no
peca, él vivirá porque ha sido advertido, y
tú habrás salvado tu vida.
¡Que
alivio, Señor!
No
debemos actuar, pues, como las avestruces, no podemos dar vuelta la
cara y mirar para otro lado, haciéndonos los tontos, so pena que
queramos hacernos responsables de la sangre (vida) de otros y ser
condenados por ello.
Ayúdanos,
Señor Jesús,
a
poner por obra tu Palabra.
Ayúdanos,
Señor Jesús,
a
ser responsables
con
nosotros y nuestros hermanos.
Con
tu ayuda, todo lo podemos. Amén.
TODO
LO PUEDO EN AQUEL QUE ME FORTALECE
(Filp
4,13).
______________________
Jesús
nos bendiga, a ustedes y a nosotros,
Nina
y Juan.
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